Perros humanizados: una conducta que perjudica a dueños y mascotas






Hoy en día, los perros disfrutan de más derechos que nunca. Han pasado de tener que quedarse fuera de los supermercados a los restaurantes pet friendly, salas de cina para perros o performances teatrales a cuatro patas que se pueden hacer a domicilio, así como multitud de elementos pensados en exclusiva para ellos.

No en vano, se estima que el negocio en torno a las mascotas crecerá de media un 5 % anual (datos de Estados Unidos). En España, por primera vez en la historia, el gasto en sanidad y nutrición de mascotas ha superado el gasto del sector porcino (376,16 millones de euros frente a 332,59, datos de 2021), y la industria veterinaria se ha disparado casi un 10 % en el mismo periodo.

El fenómeno petfluencer

Hay más hogares con perros que con niños (6.733.000 perros, según Statista, frente a unos 6.690.000 menores de 14 años, según recoge el INE). Algunos de estos animales cuentan incluso con redes sociales propias, en las que los propios perros cuentan su día a día (o más bien los dueños, claro; aún no se conocen casos de perros que se manejen a ese nivel con las tecnologías). Se han dado en llamar petfluencers, y algunos, como Jiffpom (un perrito pomerania), han llegado a acumular alrededor de diez millones de seguidores y a tener su propio merchandising. Poco a poco, el perro ha pasado de ser una mascota que acompaña a algo así como un humano más, según explican los expertos.

Esta progresiva humanización del perro no está exenta de problemas. Tal como apunta Àngel Casellas Grau, etólogo y profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, con el exceso de humanización llegan «algunos problemas de comportamiento, como la ansiedad y algunas formas de agresividad». «Aunque algo de humanización es imprescindible, el exceso no es bueno», afirma el experto. La agresividad por conflicto social (antes llamada agresividad por dominancia o por protección de recursos) enlaza directamente con esa sobrehumanización del perro, que no reconoce la jerarquía de las personas con las que convive. Otro de los problemas derivados de este hipervínculo son los trastornos de ansiedad por separación, que hacen que el animal no sepa gestionar los periodos en los que tiene que estar solo.

Más protegidos que nunca

Pese a ello, el momento actual parece ser el más dulce en la historia de los humanos y los perros. Por una parte, el anteproyecto de Ley del Bienestar Animal se aprobó el pasado mes de febrero. La ley prohíbe la venta de mascotas en tiendas y la circunscribe únicamente a criadores profesionales autorizados; se obliga a los dueños de mascotas a hacer un curso antes de adoptar o adquirir animales, y se fijan nuevas sanciones ante potenciales delitos contra los animales (como abandono o maltrato).

El anteproyecto, que aún tendrá que pasar por el Congreso y el Senado y es susceptible de modificaciones, mejorará en cualquier caso la vida de los animales domésticos y, claro está, del perro. Además de la futura ley, la pandemia ha supuesto una tendencia que apunta a un incremento de la tenencia de perros y a una disminución del abandono, tal como desvela el estudio sobre abandono y adopción de 2020 publicado por la Fundación Affinity. Un 11,5 % menos de abandonos y una tendencia al alza en la adopción parecen consolidar este vínculo entre humanos y perros.

¿Es mejor adoptar que comprar?

Para Casellas, este axioma puede ser matizado. «Técnicamente, ir a un criador también es adoptar, e ir a una protectora también supone un contra reembolso económico«, afirma. Para el experto, lo importante al llevar un perro a casa es que, si se decide comprar, sea siempre en un centro de cría y se escoja a un criador especializado y responsable, experto en una o en muy pocas razas. Para Casellas, es fundamental no acudir a «las ‘granjas de perros’ y menos aún a particulares sin núcleo zoológico autorizado». Es decir, el problema es la cría descontrolada (que el mencionado anteproyecto de ley pretende erradicar). «Si la sociedad fuera responsable y no abandonara a los perros, la única forma de tener uno sería acudir a los centros de cría, pues no habría perros abandonados», concluye.

Los perros, facilitadores sociales… y cardiosaludables

Los beneficios de convivir con un perro son múltiples, y la ciencia lo apoya con datos. Un estudio de 2019 publicado en la revista médica Circulation y llevado a cabo en la Universidad de Toronto demostró que tener un perro reducía la mortalidad en un 24 %, y disminuía en un 31 % el riesgo de fallecer por enfermedad cardiovascular para quienes ya habían padecido una enfermedad de este tipo y tenían perro con respecto a los que no.

Entre los numerosos estudios científicos que abundan en cuanto a los beneficios, varios apuntan a una significativa reducción del estrés y la ansiedad y, por supuesto, al aumento de la actividad física: la Asociación Americana del Corazón (AHA, por las siglas en inglés) indica en un informe que los propietarios de perros hacen una media de treinta minutos más de ejercicio diario que el resto de las personas. La Guía para una tenencia responsable de animales de compañía, editada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, apunta otros beneficios, como el incremento del contacto social o la promoción del ejercicio de la responsabilidad.

Àngel Casellas explica en qué aspectos la tenencia de un perro puede ser beneficiosa:

  • Estimulan la atención y la curiosidad. «Los perros se mueven, exploran, hacen ejercicios, saltan, buscan… Todo esto motiva a quienes conviven con ellos», afirma.
  • Cubren posibles carencias afectivas. «El contacto físico afectivo es una de las cosas que uno más puede extrañar. Los perros son cariñosos y cálidos, siempre buscan el contacto y les gusta ser acariciados y abrazados, así como recibir la atención humana. Esto reduce el estrés y mejora la salud general de la persona», destaca Casellas.
  • Actúan como facilitadores sociales y ayudan a «interactuar con otras personas a sus dueños».
  • Estimulan los recuerdos y la memoria.
  • Proporcionan diversión y alegría. «El incentivo de un perro alegre y cariñoso estimula notablemente las ganas de jugar e interactuar con ellos. Además, los perros fomentan la alegría», añade el experto.

Aumentan la estimulación mental. «Hay personas desmotivadas para la actividad física. Las actividades con perros atraen su atención y las estimulan mentalmente a través de la vista, el tacto, el oído o el olfato», concluye.

Nota de Universitat Oberta de Catalunya




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