Los collares antiladridos no son recomendables, ninguno, no solo los eléctricos


Fue mi compañera Jessica Gómez, autora del blog Qué fue de todos los demás además del suyo personal, la que me habló de Mascotapro. Lo hizo contándome que, pese a ser una web con fines comerciales (venden productos para mascotas) hacen también buen contenidos aunque implique no vender, pasándome a continuación dos enlaces, uno sobre collares eléctricos y otro sobre collares antiladridos de todo tipo.

Confieso que entré algo escéptica por lo que podía encontrarme, pero Jessica tenía razón.

En el tema de los collares antiladridos eléctricos, que están prohibidos en algunas Comunidades Autónomas y deberían estarlo en todo el territorio español, cuatro expertos (Irene Pérez Piñel, etóloga y veterinaria de Comunicación y respeto; Enrique Solís, director de LealCan; Ramón Fernández, de Arbesú educadores caninos y David Montero de Conecta Adiestramiento) recomendaban no usarlos jamás, bajo ninguna circunstancia.

Si tenéis la más mínima duda, os recomiendo su lectura íntegra, pero os dejo un adelanto de Pérez Piñel:

El daño emocional es muy difícil de medir, y para mucha gente, muy difícil incluso de apreciar, puesto que a menudo ni siquiera saben interpretar el lenguaje corporal de su perro.

Un perro que bosteza tiene sueño, uno que se sienta y eleva la pata es muy mono, y si se lame la nariz se está relamiendo. Si hace todo esto tras una descarga eléctrica, la interpretación sigue siendo la misma, cuando lo que dice el perro en realidad es “esto me está superando, estoy nervioso y no sé cómo gestionar el momento, ¡socorro!”.

Poca gente vería ahí el daño que se está empezando a hacer al perro a nivel emocional. Y por lo tanto, si no lo veo, no está ocurriendo. Es inocuo, “no hace daño”.

Pero es la segunda razón por la que funcionan para ciertas situaciones: su uso produce miedo. Miedo a la conducta realizada, miedo al contexto en que ocurre la descarga, miedo a lo que se cruza por delante en ese mismo instante… cuando el miedo es muy intenso, coloniza toda la vida del perro, y se manifiesta en forma de múltiples conductas inadecuadas. Que no son otra cosa que manifestaciones de miedo.

Así que en los supuestos en los que el collar eléctrico es efectivo para manejar ciertas conductas o “adiestrar”, es porque duele y produce miedo. Se use como se use, ese es el efecto. Puede que te sirva para lograr lo que TÚ quieres, pero ¿a qué precio?


En el contenido de los distintos tipos de collares, de vibración, ultrasonido o citronela. De nuevo habla la veterinaria y etóloga:

El ladrido excesivo es un problema complejo en el cual el ruido es sólo un síntoma. Al igual que la fiebre, podemos tomarnos un antitérmico, y la fiebre se irá. Pero en muchos casos esa fiebre tiene una razón de ser que no hemos detectado, y que seguirá ahí. Por lo tanto o bien volverá o bien empeoraremos (pero ya sin fiebre).

Lo mismo ocurre con los ladridos. Si sólo tapamos la consecuencia visible (el ruido) sin determinar las razones, puede que no sirva de nada y el perro siga ladrando aun con el collar puesto. O puede que el ladrido cese, pero aparezcan otras conductas aun peores (debido a que la causa sigue presente).

De nuevo el collar se centra en la consecuencia, y aplica diversos grados de castigo para bloquearla.

Los menos aversivos se basan en la sorpresa o en generar una molestia intensa para interrumpir el ladrido. Pero la sorpresa deja de serlo con las repeticiones, por lo que deja de funcionar. Y una molestia será un estímulo negativo insuficiente si la motivación para ladrar es lo bastante intensa (y casi siempre lo es).

Por lo tanto recomendar los más “suaves” no tiene mucho sentido, porque precisamente por eso su grado de eficacia será bajo o nulo. Y en cualquier caso todos ellos se basan en aplicar un castigo más o menos intenso, y la educación basada en castigos genera muchos más problemas de los que pueda solucionar, si es que soluciona alguno.

Mi perra Troya tuvo una etapa en la que, vinculada a una mudanza, desarrolló ansiedad por separación. Jamás se me ocurrió emplear uno de estos artilugios. Imaginad a su angustia por verse sola, alejada de las personas que le aportan seguridad, añadir un estímulo doloroso o negativo cuando se desahoga mediante un comportamiento natural.

La solución viene con mucho trabajo, constancia u otras estrategias. A nosotros nos sirvió crear un rincón de seguridad para ella y tener paciencia.

Que quede claro del todo, estos collares no son recomendables si amamos a nuestro perro y queremos su bienestar.

Orbón tiene apenas dos años y desde la fundación Amigos del perro cuentan que “es un amor, una pasada de perro buscando familia, es muy bueno, sólo quiere mimos y caricias.

Está en adopción en el Albergue municipal de Gijón pero se puede adoptar en toda España: 684607160




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