Divertirse con petardos no debería estar por encima del sufrimiento ajeno #noseaspetardo


La publicación es de ayer, día de Navidad. Una perra aterrorizada por los petardos que se arrancó dos uñas intentando huir de esos sonidos terribles e incomprensibles para ella derribando la protección que la aislaba de la cocina (Cloe estaba dentro de la casa, que quede claro).

Un caso más que ejemplifica un sufrimiento demasiado habitual en estas fechas. Muchísimos perros tienen fobia a los petardos, aproximadamente la mitad según un ensayo de la Universidad de Bristol. Doy fe de esta estadística. En mi casa hay dos y una, Tula, no los teme pero para Troya han supuesto un enorme sufrimiento durante muchos años, que hacía casi imposible bajar con ella a la calle. Lo único bueno de que haya perdido completamente la audición por sus 18 años de edad es que ya no los oye y no los teme.

Pero no es solo el miedo, no solo es que lo pasen tan mal como Cloe. Es que además hay demasiados accidentes vinculados a su uso. Más allá de los sucesos vinculados a los que los han tirado, hay animales que huyen y se pierden, infartos que acaban con sus vidas, mordiscos a petardos que provocan lesiones o incluso la muerte. Los petardos también dan alas a la imaginación de los gamberros sin corazón. El pasado 2 de enero era noticia que habían matado a un gato en Badajoz tras hacer explotar un petardo en su boca, dos días después traía a este mismo blog a un cachorro de gato al que buscaban hogar: le habían atado un petardo al cuello y perdió un pata.

Pero no solo a los perros, la pirotecnia también es de temer para muchos gatos, para otros animales incluyendo a la fauna silvestre (que también hay en nuestras ciudades) y para personas de salud delicada, ancianos o con discapacidad intelectual.

(GTRES)

He perdido ya la cuenta de las veces que he clamado contra los petardos en este blog. El primer post es de hace once años, escrito en caliente tras ver sufrir lo indecible a Troya. Entonces ya decía algo que mantengo, que no entiendo la diversión vinculada a estos estallidos, pero que “POR FAVOR, si eres incapaz de disfrutar de estas fiestas sin pirotecnia, no uses los más ruidosos y procura explotarlos en los sitios que menos molesten“.

Este año quiero traeros una lectura altamente recomendable, por rigurosa e interesante, si os interesa el tema. Es larga, pero merece mucho la pena. Se trata de un informe técnico veterinario sobre los efectos de la pirotecnia en los animales (no solo perros), elaborado por AVATMA (Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal).

Os dejo unos cuantos párrafos de su inicio, animándoos a que lo leáis entero, pero sobre todo a que primemos el civismo y el evitar el sufrimiento animal en estas fiestas.

La investigadora veterinaria Jessica Perry Hekman, particularmente interesada en la respuesta al estrés en los animales, ha profundizado en la psiquiatría que subyace en el miedo a los ruidos fuertes en los perros. Ella, sin embargo, señala que la fobia al ruido sí que podría tener algún componente genético (algunas razas como border collie parecen tener más predisposición) y que está a menudo asociada con la ansiedad por separación, sugiriendo que puede existir algún desorden de ansiedad subyacente. También indica que es probable que comience alrededor de un año de edad y aumente rápidamente, siendo peor cada vez que el animal entre en contacto con el estímulo.

El doctor Gregory Berns, neurobiólogo especializado en el comportamiento canino, al preguntarle por qué la pirotecnia resulta tan dañina para los perros, señala que éstos no tienen la capacidad de racionalizar su ansiedad y puede que sufran una forma más profunda e intensa de terror, similar al estrés post traumático en seres humanos, un trastorno notoriamente difícil de tratar.

La reacción particular de cada animal a los ruidos varía entre individuos. La respuesta de los perros durante una situación negativa asociada a ruidos fuertes puede manifestarse desde una leve intranquilidad hasta un estado de ansiedad intensa.

Los signos que con más frecuencia se pueden observar en un perro son el congelamiento o paralización (freezing), las conductas de evitación activa (como los intentos incontrolados de escape y de esconderse), temblores y taquipnea (jadeos continuos). Además de estos síntomas, el animal también puede presentar salivación, taquicardia, vocalizaciones intensas, micción o defecación) así como piloerección, postura “encogida” con los miembros flexionados, orejas hacia atrás y rabo entre las patas. Otros comportamientos frecuentemente asociados a esta respuesta son destrucción, actividad aumentada, estado de alerta y trastornos gastrointestinales.

Durante los fuegos artificiales, el perro puede experimentar una oleada de epinefrina (adrenalina) y un aumento de las hormonas del estrés. (6). Esto último fue corroborado por un estudio realizado en 2016, que mostró que como respuesta al estímulo sonoro se produce en los perros un aumento significativo de cortisol y un marcado desequilibrio nervioso con predominio del sistema simpático.

En los gatos los signos pasan más desapercibidos: en general tratan de ocultarse o escapar; otras veces pueden correr detrás de los explosivos, pudiendo ingerirlos, perder la vista o lesionarse.

Algunas de estas respuestas pueden ser graves, y los animales pueden estar en peligro tanto durante el tiempo de exposición al ruido como durante un período prolongado después. Se han descrito casos de animales muertos por fallo cardiaco.

Louise Thompson, acreditada consultora en comportamiento animal, determina que el uso de fuegos artificiales cerca de animales es cruel e inhumano, tal y como se desprende de las investigaciones realizadas sobre el tema, ya que produce un pánico ciego en algunos animales que puede conducir a lesiones graves, temores profundos, debilitantes o incluso la muerte. Esto es, en parte, porque los eventos no duran lo suficiente para que éstos se acostumbren a las explosiones. Incluso los perros guía –añade esta autora- que están bien entrenados y preparados para saber reaccionar adecuadamente ante todo tipo de estímulos, a veces quedan tan aterrorizados por las explosiones que sufren graves dificultades emocionales y son incapaces de ayudar a sus responsables.




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